SIMPOSIO

Las palabras y las cosas:
Diálogos interdisciplinarios en los Estudios Orientales y del Mundo Clásico

Resumen: En el ámbito de los Estudios Orientales –en particular, en Asiriología y Egiptología– y Clásicos, la Historia y, especialmente, la Filología han tenido un lugar destacado como las disciplinas que se arrogado la interpretación del pasado de las sociedades antiguas a partir de la preeminencia otorgada a la documentación escrita.
Esta última tenía su propio carácter fetichista que, en cierto modo, la separaba de los objetos portadores de ella, debido al carácter sagrado que poseía en cuanto obsequio divino (Tsouparopoulou 2016, pp. 260-261; Cabrera 2017, p. 6; Cabrera 2019). Así, la escritura frente a la oralidad y, luego, las palabras frente a las cosas/objetos han tenido un estatus destacado en calidad de registros para la reconstrucción del pasado.
El estudio de las cosas/objetos fue asumido por la Arqueología y, desde ese momento, se comenzó a problematizar el campo de saber hegemonizado por las ciencias centradas en el abordaje de la documentación escrita.
Asimismo, el abordaje de las sociedades antiguas por las mencionadas Ciencias Humanas se produjo a mediados del siglo XIX a la par del imperialismo europeo, cuyo resultado fue, entre muchos otros, la expoliación y el despojo de gran parte del acervo histórico y cultural de los pueblos colonizados (Salem & Cabrera 2021). A partir de ese momento, los objetos culturales devenidos en artefactos museológicas se han conservado en las vitrinas de los museos de las potencias imperiales.
En este marco, primó un enfoque occidentalizante y una aproximación eurocéntrica de las temáticas del pasado, validando a los objetos culturales por sus rasgos “misteriosos”, “extraño” y/o “exóticos” (Said 1978). Esto trajo aparejado el desarrollo de una Arqueología que se basó en la búsqueda de grandes tesoros (Moreno García 2014), la cual fue transformando su paradigma y repensando sus propias visiones teóricas y prácticas sobre el legado cultural de las sociedades antiguas. En principio, tanto los objetos como los agentes que los habían diseñado fueron apartados de su campo de significación y, por ende, primó la lente europea tanto en su valoración como en su abordaje académico.
A mediados de los años sesenta, cuando las disciplinas humanístico-sociales comenzaron a reconsiderar sus paradigmas de indagación e interpretación, y se propiciaron cruces interdisciplinarios, no sólo se promovió una actitud reflexiva desde las mismas sociedades productoras de esos “objetos” que había sido considerados “exóticos” y “misteriosos” (Assmann 2010), sino que también se construyeron modelos para interpretarlos contextualmente.
Para los años ochenta, los Estudios sobre la Cultura Material (Material Culture Studies) tuvieron un impacto importante en la Arqueología, en primera medida, porque iniciaron la discusión sobre los vínculos entre los objetos y los sujetos en una dinámica espacio temporal específicos. No obstante, dicho campo de estudios no quedó subsumido en un compartimiento disciplinar hermético, sino que, desde el comienzo, puso de relieve la interdisciplinariedad de los nodos y prácticas que operaban a partir del concepto de “materialidad”.
La noción de “materialidad” significó en el desarrollo de la Arqueología un debate mayor sobre los objetos, ya que planteaba la inclusión dentro del universo ontológico del artefacto, por ejemplo, a “lo efímero, lo imaginario, lo biológico y lo teórico” (Miller 2005, p. 4). A sabiendas de la imprescindible perspectiva inter- y transdisciplinaria, nuestra propuesta considera que las prácticas desarrolladas por las sociedades antiguas podrían ser abordadas a partir de: i) la materialidad de documentación escrita (considerando una aproximación epigráfica, paleográfica y/o iconográfica y, además, reconociendo el campo de significación de la “cosa” portadora del mensaje no desde una mirada pasiva, sino también destacando su capacidad indiciaria) y de los objetos (en tanto productos del embodiment de los agentes humanos, pero también como propiciadores de campos de significación); ii) la construcción de espacialidades, sobre todo a partir de la (re-)utilización de lugares y la definición/significación de paisajes a partir de distintas narrativas; y iii) agentes e interpretantes en los contextos de producción, circulación y/o apropiación de distintas materialidades, en sentido performativo.